“Y sin amor todo es nada”. Teresa de Ávila
Enunciar hoy la palabra alma nos incomoda. Como anota la neuróloga Laura Bossi: “En los albores del tercer milenio, el alma ha sido olvidada. Los poetas y los artistas, en una curiosa sustitución, ya solo se interesan por su doble, el cuerpo, soma, que antaño significaba el cuerpo inanimado, sin vida. El cadáver (en inglés, corpse). Los filósofos parecen pensar que se trata de un tema que ya es historia, apenas útil para las antologías. En cuanto a los psicoanalistas, ya no se atreven ni siquiera a nombrar el objeto de sus estudios (…) Incluso los teólogos parecen hoy en día molestos ante esta palabra, tal vez por miedo a ser tomados por dualistas anticuados o por simple fatiga ante siglos de controversia”.
Y sin embargo, aun reconociendo este eclipse del alma, secretamente, muchos nostálgicos entrevemos, desde la intuición, esa curiosa esencia que define lo animado, que es muerte y es vida; gozo y dolor. Pensamiento y conciencia. El alma conecta con lo que cada uno de nosotros somos, y también con lo que compartimos con el todo, con el universo.
He encontrado en la escritura de Teresa de Ávila la mejor compañera en este viaje hacia posibles formas del alma. Alejada de la visión actual mecanicista que reduce el cuerpo a máquina o mercancía, sabemos que para la escritora el alma se expande y se multiplica, y es principio y el fin de todo. Teresa lleva el alma a lo cotidiano, la eleva y la trae a la tierra con admirable comodidad. La nombra sin miedo en sentencias de altos vuelos: “Alma, buscarte has en mí, y a mí buscarme has en ti”, y en situaciones más terrenales: “mi alma es un huerto”, “andaba mi alma cansada…” Considerada en su época una mujer fuerte y rebelde, una “fémina inquieta y andariega”, sus escritos siguen turbando y conmocionando al que los lee…
La exposición El Bosque Interior. Las formas del alma, se plantea como una conversación colectiva y atemporal con Teresa y sus escritos. Trece artistas interesados en la espiritualidad abordan el concepto de alma dejando que sus obras hablen, evitando las traducciones discursivas, permitiendo que las emociones desborden el entendimiento. En palabras de Teresa “Esto no es visión intelectual, sino imaginaria, que se ve con los ojos del alma”; dejando al espectador que se abandone a las evocaciones, visiones y simbolismos que las piezas generan.
Como Teresa de Ávila, en muchos casos, son creadores excesivos, que no contienen o enfrían sus emociones para convertirlas en fórmulas digeribles por el sistema del arte o por el mercado. Por eso, no es extraño que algunos sean rara avis en el contexto de su generación. La mayoría parten de la intuición y del cuerpo, y descubren y construyen durante el proceso de trabajo.
El libro colectivo que aquí presentamos no es un catálogo al uso. No reproduce las obras de la sala ni trata de explicarlas. Este cuaderno es el modesto testigo del diálogo que hemos mantenido con Teresa de Ávila, a partir de imágenes compartidas, de lecturas, de sensaciones y de premoniciones.
Cada artista ha elegido una obra que fuera el punto de partida para acercarse a su idea de alma. A esas imágenes hemos asociado fragmentos de nuestra conversación abierta con la obra literaria de Teresa de Ávila.