El tiempo pasa, un día pasa, una hora, un segundo pasa.Miles de movimientos aderezan este día, algunas palabras, algunas sonrisas, un saludo. En ratos tranquilos la lectura de un libro. En ratos aún más tranquilos, solo algunos pensamientos. En el tiempo sin tiempo, cuando el pulso de la creación late, surge un dibujo, un poema…
En la ausencia de tiempo, cuando el corazón en su pureza coincide con la luz, y sólo siente amor; una atmósfera vaporosa se expande cegando todo lo que no sea el amor que el mismo emana. La luz de amor inmutable, se manifiesta cuando el tiempo para, porque ella no se ha movido nunca del corazón.
Pasa el día, miles de movimientos lo han aderezado. Y siempre este punto de luz en mi corazón sin moverse de mí. Yo cambio, me muevo, siento que cambio de piel a cada instante, al despertar en la mañana encuentro junto a mi cama pieles abandonadas. En la noche, en mis sueños, quiero sólo ver la luz, como un punto vivo firme en mi centro. Quiero sólo ver la luz. La quiero tanto, que cambio de vestido. Abandono un traje antiguo y me visto de mi amor a la luz, lo abandono para vestirme de mi amor al amor a la luz. Todo mi ser se metamorfosea hacia la luz.
¿Qué es un día que pasa, una hora que pasa, un segundo que pasa, si no he sentido mi amor a la luz; atravesando mi ser desde la cabeza, al corazón, al vientre, atravesando mi cuerpo como un río que recorre su cauce? Se que todo lo que he creado, lo ha dibujado mi amor a la luz. Se que lo que escribo ahora, lo está escribiendo mi amor a la luz. Noto como la luz me abraza y se desprende en cada palabra. Es un hilo que no para de dictarme la vida. Si lo siento el hilo gira, el hilo habla, dibuja, ríe, sueña… Si no lo siento, no estoy sintiendo mi amor.
Mi amor es mi voluntad, mi voluntad de que el tiempo no pase, de que un día no pase, una hora, un segundo sin que mi corazón esté latiendo amor a la luz. Mi voluntad, hace que mi ser gire sobre un punto de luz. Hace que me desprenda de pieles y pensamientos secos, que cambie mi rostro, que ahonde mi mirada hacia ese punto de luz. Mi voluntad no deja que pare, para poder parar al tiempo. Mi voluntad me mueve, en círculo hacia arriba, girando en remolino ascendente, sobre un punto inmutable de luz.
Todo mi cuerpo asciende siseando formando burbujas de luz, una y otra burbuja de luz, y otra burbuja de luz. Luz, luz clara, luz cada vez más clara. Mi voluntad es haber dicho “sí” a la luz, es querer que todo mi amor sea para la luz. Es desprenderme uno a uno de todos los vestidos que coso, para ir descosiéndolos, hasta que quede sólo el hilo de luz.
Mi cuerpo ha tomado la forma del “sí” y gira en infinito hacia la luz, arriba. Mi corazón es cada vez más silencioso, cada vez más luz sin origen ni fin. Cuando siento que mi corazón ama la luz, no digo nada y en silencio podría decirlo todo, escribirlo todo, dibujarlo todo. Una dulzura sin sabor me embriaga, una palabra sin sonido hace eco en mi cuerpo, mi vientre vacío se siente pleno. Mi corazón se siente firme en la luz, luz que sólo se da al cuerpo de amor. Amor que da a luz un dibujo de luz y amor. Si fuera sólo de luz…, no sería.
Hay días que no pasan, momentos que no pasan, instantes en que mi corazón coincide con su luz. Me embarga una blancura intensa, que nace del punto de luz. Se dilata mi cuerpo, se abre como un cántaro a la luz. Y me quedo quieta, mirando sólo la luz blanca que yo emano, sabiendo que no soy yo, sino ella, quién luce así. Quién hace que no pueda mover, más que mi mirada hacia la profunda luz del corazón, corazón de luz. No soy yo sino ella, y en este instante, hora, día o tiempo,
que no pasa, ella soy yo.