SER SOLES RUTILANTES · 2024

Dicen: “Cuando vuestros ancestros alzaron la cabeza para mirar al cielo, entendieron que era posible alternar la visión abierta y solar, la visión diurna y la visión interna, la visión del Misterio. Pudieron entender que, siendo un mismo cielo, tenía dos caras, y que la cara que se pintaba de azul, la que aparentemente podía verse y percibirse como real, cambiaba cuando llegaba a la oscuridad.

Toda esa luz esparcida por el cielo abierto se concentraba en pequeños puntos, puntos de inmensidad. Entonces, algunos de esos ancestros fueron capaces de ver la gran red, la gran trama que unía todos esos puntos. Y así es como el cielo mostró a vuestros ancestros la trama de la realidad. Cuando aprendieron a ver los hilos que lo conectan todo en el cielo del Misterio, entendieron que, igual que el cielo tiene dos caras, la tierra también.

Entendieron que en el núcleo de este Planeta hay una fuerza, igual que la hay en todas las estrellas, que brilla con un fulgor invisible a la luz y visible a la noche del Misterio. Vuestros ancestros, con mirar al cielo, pudieron entender que todo tenía una cara y un revés, y que toda apariencia podía ser trascendida, y que todo lo que estaba vivo formaba parte de una gran trama. Es así como aprendieron a conectar las flores con los insectos, los insectos con los reptiles, los reptiles con otros animales que también formaban parte de esta gran cadena, de este gran tejido.

Aparentemente, la sensación era la de devoración. Y de algún modo, en este Planeta que está en continua transformación, todo se fagocita. Y si pudierais tener esa observación más allá del sufrimiento, sencillamente como un modo natural y equilibrado de metamorfosis, entenderíais que el dolor es solo un resorte, un aviso para la supervivencia. ¿Qué pasa con esos nodos de dolor, con esos avisos que se instalan en vuestro interior? Que os desconectáis de vuestra presencia y empezáis a vivir en la prevención.

La prevención no es otra cosa que una lámina matizada de temor. Es como un velo que os impide percibir desnudos la realidad presente, que os impide estar en la pura presencia que os ofrece esa seguridad natural, la confianza de estar conectados a todo lo que es. Si entendierais que el dolor es solo un aviso, no intentaríais evitarlo y no os protegeríais de él. Si entendierais que el dolor es como esa luz lejana, como esa estrella que brilla, que avisa cuando un gran cambio está por llegar, observaríais vuestro dolor y le daríais las gracias. Y entonces, atenderíais a ese dolor para transformarlo, para relajarlo, para que él pudiera cumplir su función.