LA PIEL VISIONARIA
A todas las personas que me han acompañado en mi proceso creativo, amigos, compañeros de oficio y maestros, visibles e invisibles.
Esta exposición abarca un periodo de 20 años de creación. La selección de obras que presento es fruto de proceso interno de búsqueda y descubrimiento.
Desde la obra “sol”, 1998, hasta el tríptico “Eufonía de la Constelación de Libra”, 2018, queda latente y manifiesto mi interés por la luz; una luz interna y cercana, al mismo tiempo que cósmica y aparentemente lejana. Una luz viva que se percibe con la mirada interior, el ojo del corazón. Para poder percibir esta luz viva, he tenido que desprenderme de las pieles que velaban mi visión, en un proceso de descubrimiento para llegar a la visión desnuda.
Otra constante en mi proceso creativo es la idea de renacimiento en vida, tal como dice Pablo D’Ors en su obra “Una biografía del silencio”, no es suficiente con nacer una vez o dos, sino tantas veces como sea necesario. Las inmersiones en la tierra y en el agua captan este retorno a la matriz original, para poder renacer como un ser nuevo. Es la idea de transformación constante, que ya apuntaba en el año 2000, con la obra “Mariposa”, de liberación de una piel o cutícula, que, a pesar de ser necesaria en una primera fase de transformación, después tiene que ser rasgada, traspasada, transcendida, para poder ver en plena libertad y transparencia como un ser nuevo.
Se trata, en definitiva, de un proceso de recuperación de la piel desnuda, original y visionaria, para poder transformarme en visión, es decir, en un ser de luz viva.
El verdadero crear, como el verdadero amor, no se hace, sino que se es.
Llevo toda la vida esforzándome por ver a través de la piel, por ello lo que aquí presento es una visión dérmica, liminal y fronteriza.
Mi trabajo es un proceso de depuración, de dilatar la piel, abrirla visualmente para ver y dejar ver, mostrándose en su recogerse y recogiéndose en su mostrarse. Tuve que hacer un proceso de desnudamiento, de descubrimiento, de iluminación, para no tener la piel tapada y poder ver.
Hace ya un tiempo que visiono imágenes nocturnas con miríadas de estrellas que aparecen, poco a poco, fertilizando la oscuridad. Como mujer y creadora, me siento depositaria de una pequeña matriz que está en correspondencia con la gran matriz cósmica. Cuando, cámara en mano, en la quietud de la naturaleza, espero que esas luces lejanas vayan inseminando el cielo, es como si un microcosmos fecundara también mi cámara interna, y por extensión mi cámara fotográfica.
Al mirar esas luces vivas, en realidad no las observo sino que las absorbo, no las discierno, sino que las concibo, no las configuro, sino que les doy a luz. Esas luces vivas, lejanas y también muy próximas, esas luces vivas, como la inspiración, preñan mi piel, mi mirada, mi vientre, mi ser.
Las inspiro y se introducen en mí, se interpenetran con mis óvulos-óculos internos, es lo que los hace ver, germinar, exaltar y exultar unas determinadas imágenes. Imágenes que están en relación a la gran imagen, la gran luz viva de la totalidad preservada.
Este proceso vívido y vivido emocionalmente, amorosamente, exultantemente, me lleva a un estado de introspección, de expectación, del latín spectare; de contemplación gozosa. El anhelo por ver hacia dentro, la introproyección, deviene exoproyección en la medida que manifiesta el buen camino, el que conduce a la imagen original.
La piel es el límite, el limen que tiene que ser atravesado, es la superficie que, con sus poros, orificios, óculos, percibe la doble visión; exterior e interior. Así, primero doy a luz la imagen hacia dentro, para poder darla hacia fuera. Al “dar a luz visual” todos pueden verla, pero solo las personas iniciadas pueden reconocer este proceso. Mi gozo creativo es una experiencia de fecundación visual, en la que el hacer deviene ser; ser fértil a la inspiración, ser capaz de imaginar, de preservar la primera imagen, manifestándola.
Esta imagen de luz viva, por la luz viva y para la luz viva, que se manifiesta en el calidoscopio de reflejos acoloridos; ya sean de la naturaleza, como creación cósmica, de la carne de mujer, o de iconos de culto, siempre es la misma fecundación visual, siempre es el movimiento de la imaginación, porqué el movimiento del espíritu es el movimiento de la inspiración.